Publicado 3 noviembre 2017, En Evento
“Este humilde rincón de tierra y mar, que sería admirado si se encontrara en Suiza y famoso si estuviera en Italia, es desconocido porque está en Gipuzkoa”
Victor Hugo, que se instaló en Pasaia en 1843, describió de esta manera este pasaje improbable, angosta bocana entre los montes Jaizkibel y Ulia, donde, en el mar Cantábrico traza en la montaña vasca la rada más vasta de toda la costa.
Sin dudas, el lugar ha cambiado con los años. Hoy en día la ensenada aloja el puerto más importante de Gipuzkoa, donde sus dársenas, grúas, cuencas y cargueros nos alejan de la idea que tenemos de lugar turístico. Alrededor de la ría, del lado de San Sebastián, se encuentran los barrios de San Pedro, Antxo y Trintxerpe, con vocación obrera e industrial. Pero en el extremo este, allí donde el estrecho pasaje se encuentra con la grandeza del Atlántico, se encuentra el viejo barrio de San Juan o Donibane, que merece, por sí mismo, más de una visita.
Viniendo de San Sebastián, podemos coger la Motora, una pequeña embarcación que nos llevará hasta San Juan como si de un rito de paso se tratara. Frente a nosotros tenemos el pueblo, atemporal, como si hubiese escapado de todas las guerras y revoluciones industriales.
Nos maravillan esas casas de pescadores que vemos en primera línea con sus coloreados balcones posados sobre pilotes. Y luego una estrecha callejuela, casas de piedra y madera adosadas al monte, colores vivos, vascos, marinos, taller de mar y viejos aparejos. Y una placa que dice que de aquí partió el Marqués de La Fayette para salvar la revolución americana. Y la casa de Victo Hugo, su habitación, sus muebles y algunos autógrafos.
Opera la magia. El tiempo se detiene…
…Como en la eterna Casa Cámara, maravilloso restaurante de encanto un poco trasnochado, cuyo comedor se asoma al mar. En medio de la sala, nasas, cuerdas, poleas y un vivero donde aguardan el pescado y el marisco que se ofrecen en la carta.
Un poco más lejos, en la otra orilla, podemos visitar un astillero del siglo XVI donde se construye utilizando las mismas técnicas y herramientas que antaño, la réplica del ballenero San Juan, cuyo pecio se encontró en las frías aguas de las costas de Terranova. Auténtico homenaje a las tradiciones industriales y marineras vascas.
Para ir desde Hondarribia hay que tomar el camino de la costa. Subir al monte Jaizkibel pasando por la ermita de Guadalupe, guardiana de la ciudad. En el monte, veremos pottokas pastando y disfrutaremos de unas preciosas vistas al mar. Serpenteando por esta carretera poco transitada enseguida llegaremos a Pasajes San Juan.