Publicado 1 agosto 2017, En Evento
Acabamos de dar una vuelta por el barrio de la Marina. Hacía mucho que no nos tomábamos el tiempo de pararnos allí y mirar; mirar como si la descubriéramos por primera vez.
Nos hemos sentado en una terraza de la Calle San Pedro y dejándonos querer por los rayos de sol, hemos abierto los ojos para volver a sorprendernos con los balcones llenos de flores, el movimiento de la gente haciendo la compra antes de irse a la playa, cuadrillas de ruidosos chicos y chicas que, bicicleta en mano y toalla al cuello, se juntan bajo la sombra de los plátanos para ir al puerto a pasar el día. Ha sido como recobrar la inocencia en el tiempo en que tarda en enfriarse un café.
Y de repente viajamos con nuestra mente a aquella época en que nos bañábamos en las “ramplas” y en que las sirenas de los barcos que salían a faenar al anochecer nos indicaban que era hora de volver a casa. Nos acordamos de cómo nos enseñaron a distinguir si la marea subía o bajaba solo con mirar a los botes anclados en la ría y de cómo echaban hielo a los barcos que por aquel entonces entraban hasta la lonja que estaba en el pueblo. Las mujeres extendían las redes en el suelo para arreglarlas. No sé cómo aguantaban tanto tiempo sentadas en aquellas minibanquetas. Hoy, donde estaba esa lonja (benta) solo queda un pequeño embarcadero donde bajan los turistas que vienen de Hendaia, y Mariñel, un pesquero azul jubilado que enseña, a todo el que guste, el alma de Hondarribia.
Un ruido proveniente de las cocinas nos ha sacado de nuestra ensoñación. Seguramente estarían preparando alguno de los deliciosos pintxos que llenarán la barra y los estómagos de todos los que se dejen tentar. Hemos decidido volver al hotel bordeando el río y para ello antes hemos pasado por el arco de la Hermandad.
Allí, cada 25 de julio se celebra la Kutxa Entrega. Es la antigua ceremonia de transmisión de poderes de La Hermandad y Cofradía de Mareantes de San Pedro. La hija de un pescador, ataviada con vestido y mantón de Manila y portando sobre su cabeza la Kutxa (arca) que contiene las actas, libros y otras reliquias de la Cofradía, va en procesión escoltada por los mandatarios, patrones de barco y remeros hasta la Parroquia donde se leen las actas del año. Luego vuelve hasta la Hermandad donde todavía con la kutxa sobre la cabeza, da vueltas sobre sí misma al son de la música, para vaticinar el éxito de capturas de la siguiente temporada. Cuantas más vueltas mejor será la campaña de pesca.
Qué bonita es Hondarribia en verano, todo huele a sal, a vida, porque como esos balcones verdes y azules de La Marina, se llena de alegría.
Photo de Kutxa Entrega : F. de la Hera